Cuento del enfado
"Turbulencias de la Emoción: El Don del Observador"
Hace eones, en los albores del tiempo, cuando la Tierra aún era joven y la humanidad apenas comenzaba su travesía, existía una era de simplicidad y armonía. Los seres humanos vivían en comunión con la naturaleza y entre ellos mismos, sin conocer la discordia ni el desasosiego del enfado.
Sin embargo, en lo más profundo del universo, un gran espíritu conocido como El Observador, contemplaba con asombro la vastedad de la creación y la diversidad de emociones que habitaban en los corazones humanos. Entre ellas, una particularmente intrigante le llamó la atención: el enfado.
El Observador, deseando comprender plenamente la complejidad de la experiencia humana, decidió otorgar a los seres humanos la capacidad de sentir esta nueva emoción. Creía que añadiría profundidad a sus vidas y les ayudaría a forjar su destino con mayor determinación.
Una noche estrellada, mientras el mundo dormía bajo el manto de la oscuridad, El Observador descendió sobre la Tierra y derramó su esencia en forma de luminosas gotas de luz. Estas gotas, al tocar la superficie terrestre, se convirtieron en centelleantes chispas de fuego que se dispersaron por todo el planeta.
Al despertar al amanecer, los seres humanos empezaron a experimentar una nueva sensación desconocida para ellos. Era un ardor en el pecho, una furia repentina que brotaba de lo más profundo de su ser y que los consumía con una intensidad desbordante. Era el enfado, una emoción nueva que los embargaba por completo.
Al principio, los humanos se vieron abrumados por esta nueva experiencia emocional. Se dejaban llevar por la furia, provocando conflictos y caos a su paso. Pero con el tiempo, aprendieron a dominarla, a canalizarla de manera constructiva en su búsqueda por la armonía y la convivencia pacífica.
Así, el enfado se convirtió en una parte inseparable de la experiencia humana. Aunque a menudo causa dolor y sufrimiento, también impulsa el cambio y el progreso. Y aunque El Observador observa con melancolía los estragos que puede causar, comprende que es parte esencial del viaje humano hacia la autorrealización y la sabiduría universal.
Pablo lozano, Celia Álvarez, Antonio Calderón y Sara Cano
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